viernes, mayo 19, 2006

El llanto vaciado de un ahogado

Esto es como un agujero, vaciado, viciado de vacío, lleno de luz negra como las pupilas de un muerto, ahogado, con aire liquido en sus pulmones, un pensamiento temblando a intervalos de inexistencia y una palabra a medio salir de su boca enterrada para siempre entre la carne y el miedo.

Otra vez, y tras un largo meditar por entre los paisajes nublados, a veces áridos a veces estériles, de mi memoria, reincido en ti. Una única elucubración quimico-mental de mi propia propiedad, azuzada por los maniqueos que la soledad, ajena integración de mi impaciencia, me impone. Soledad estática, inerte, aparentemente agazapada tras un manto de esperanza con forma de mujer y malas intenciones, que todo viene unido y es indisoluble en su precipitada creación artificial. Es como una tos persistente en una noche que no se acaba, como un “hasta luego” en los labios de un desconocido que jamas veras luego. Todo esto hace aumentar mis niveles de angustia hasta limites sospechosos para aquellos que no anhelan nada en esta vida y se conforman con la carnicería de la esquina, el vino a cero grados y la apertura nocturna de piernas de su santa esposa. Hasta aquí hemos llegado a un punto sin retorno equidistante de todos vosotros, tan lejos y tan cerca que sus extremos, distintos entre si, pueden tocarse como unos labios sin voz ni sabor. Como tú lo has creado en tu propia cabeza que es a la vez ese agujero lleno de todo lo que tu has querido que rebose tu existencia, tan fútil y roma que ni siquiera podría aguantar de pie y menos resistir las embestidas de un destino autoproclamado salvador de tus ideas, como un uniforme hecho a medida que engulle tu cuerpo y sepulta tu piel tras otra piel de engaño, de voz acusadora para con tus semejantes, y que, por ningún concepto, admite la copia o el plagio de unas ideas que neciamente consideras tuyas.

Tras lo cual solo cabe el silencio de la palabra y el recuerdo indeleble de los momentos.

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